Creo que no voy a ser parcial con este libro。 Pero a decir verdad nunca me ha importado ser “objetiva” (lo que quiera que eso signifique) con lo que leo。Me basta, como en este caso, que el libro me emocione, me haga gritar “nooooo” o “no mamessssss” en las persecuciones o me haga llorar o me haga reír o me haga sonreír de complicidad con el personaje, en este caso su autor。 El Fixer es un libro que desmitifica muchas cosas que damos por hecho en la narrativa del narco, esa que han repetido hasta Creo que no voy a ser parcial con este libro。 Pero a decir verdad nunca me ha importado ser “objetiva” (lo que quiera que eso signifique) con lo que leo。Me basta, como en este caso, que el libro me emocione, me haga gritar “nooooo” o “no mamessssss” en las persecuciones o me haga llorar o me haga reír o me haga sonreír de complicidad con el personaje, en este caso su autor。 El Fixer es un libro que desmitifica muchas cosas que damos por hecho en la narrativa del narco, esa que han repetido hasta el cansancio y con un cierto grado de exotismo los medios internacionales。 Habla del Cartel de Sinaloa con una honestidad brutal, hay partes en las que parece que como lectora podría empatizar con los seres humanos que toman esa decisión orillados y orilladas por un sinfín de circunstancias que no puedo comprender completamente y otras veces más bien me dio miedo, del que hace temblar: por cierto les recomiendo no leer esta historia antes de dormir。Hubo momentos en el libro tan dramáticos que a veces olvidaba por completo que se trataba de un libro de no ficción。 El autor comparte detalles tan íntimos de su vida que a veces esa honestidad me hacía sentir que se trataba, más bien, de un personaje。 Pero en general cumplió el cometido de, según mi experiencia, cualquier libro que me gusta: mantenerme frente a las páginas sin poderme detener y al borde del asiento en cada capítulo。 。。。more
Josué Cantorán,
Qué gran decepción。Con este segundo libro mexicano de no-ficción leído en el último mes, me da la impresión de que las editoriales mexicanas no saben cómo editar este tipo de textos, que les dan una tímida vueltita de corrección y creen que ya están listos para su publicación, que les da pena pedir a los autores que trabajen en la estructura (cof cof El verano de Liliana) o que, quizá como muchos de estos libros se entienden como coyunturales, les da lo mismo si salen publicados con quince error Qué gran decepción。Con este segundo libro mexicano de no-ficción leído en el último mes, me da la impresión de que las editoriales mexicanas no saben cómo editar este tipo de textos, que les dan una tímida vueltita de corrección y creen que ya están listos para su publicación, que les da pena pedir a los autores que trabajen en la estructura (cof cof El verano de Liliana) o que, quizá como muchos de estos libros se entienden como coyunturales, les da lo mismo si salen publicados con quince errores de sintaxis por párrafo。 No sé。El fixer es una memoria del periodista y cineasta sinaloense Miguel Ángel Vega, reportero del casi mítico semanario Ríodoce, que lleva años trabajando también como fixer。 Se conoce como “fixers” a los periodistas locales que abren accesos y organizan coberturas para medios o corresponsables extranjeros o documentalistas que no conocen tan bien como ellos los terrenos locales。 Por ejemplo, cuando un periodista de fuera quiere hacer un reportaje en las entrañas de una organización criminal, probablemente recurrirá a un local que le proporcionará la ayuda y los contactos para hacerlo。 Hay que tomar en cuenta, por supuesto, que estamos hablando de Sinaloa, territorio al que se acercan los periodistas extranjeros como moscas morbosas al ser uno de los epicentros de la violencia en México。Como tal, Miguel Ángel Vega tiene muchísimas anécdotas de sumo interés para el lector。 Eso fue lo que me trajo de inmediato al libro。 Pensé honestamente que sería el libro del año。 Fallido hype autoprovocado, pues。Grandes anécdotas claro que las hay, muchísimas súper interesantes。 Vega nos cuenta, por ejemplo, historias de cuando intentó conseguir una entrevista con el mismísimo Chapo Guzmán para un periodista peruano (llegó incluso a pedirla a través de su esposa), o de cuando hizo lo propio para que unos reporteros de algún canal de la televisión gringa lograran grabar la producción de metanfetamina en un laboratorio clandestino。En algunas de las primeras anécdotas, Vega parece tener cierto sentido del misterio。 En los primeros microrrelatos no nos dice desde el inicio si logró o no obtener el acceso。 Los lectores sufrimos con él la tensión de descubrir si podrá cumplir la misión o no, mientras lo vemos hablar con una fuente tras otra y hacer todo lo que está en sus manos para abrir una cobertura complicada。 Bien por ello。Otro aspecto positivo del texto (y creo que el último) es que Miguel Ángel nos cuenta que su sueño verdadero es dedicarse de tiempo completo al cine。 A lo largo del libro lo vemos también sufrir por completar su película de vampiros。 La posproducción le lleva años y miles de obstáculos。 Si bien es un reportero habilidoso, no es el periodismo su pasión principal。 En cada nueva cobertura se recuerda que sus ganancias le ayudarán a completar las escenas que faltan para poder estrenarla su cinta。 Eso es un aspecto interesante porque no solo dibuja al narrador/autor como un personaje más complejo, humano, sino que lo separa de esa figura del periodista cuyo único rasgo de personalidad es la pasión por su oficio, tan visto ya en los mil libros de periodismo que se han publicado en las últimas décadas。¿Entonces por qué no me gustó? Principalmente por la escritura。 Simplemente la escritura。 El libro tristemente está terriblemente escrito y, tristemente, peor editado。 Los vicios de la escritura periodística (utilizar palabras horrendas para evitar repeticiones, conectores inútiles entre cada oración simple, errores de sintaxis, como duplicaciones de objeto directo, “decir” en lugar de “mostrar”, sobreexplicaciones, construcciones del habla coloquial que no funcionan necesariamente en la escritura, entre muchos otros) son los dueños de cada párrafo。En muchos párrafos del texto, hay incluso hasta tres o cuatro oraciones unidas por conectores causales, lo que no solo impide la fluidez de la lectura sino que da mucho que pensar sobre la limitación léxica y narrativa de los responsables del texto。 “Era mi mejor amiga, pero pronto no lo sería, pues desde antes estaba interesando en ella pero tenía miedo de acabar con mi libertad”。 “Por más entrenado que creía estar, la realidad es que nunca se está entrenado por una situación así”。 Botón cringe activado。Hay algunas escenas en las que se resiente especialmente la limitada capacidad estilística del autor (y nula del editor)。 El relato del atentado del que fue Miguel Ángel Vega víctima poco después del asesinato de su colega Javier Valdez, en el que pudo haber perdido la vida, resulta tristemente fallido por su pésima escritura。Todo eso termina por hacer de la lectura del libro una experiencia pesada, repetitiva, francamente desagradable。 Quizá si hubiera sido algo más breve se podrían obviar algunos detalles o francos errores de estilo y sintaxis, pero un libro de 310 páginas requiere, en mi opinión, que esté sumamente cuidado。Lástima。 Como dice Nora de la Cruz, un caso más de “¿Y dónde quedó el editor?”。 Ojalá las editoriales mexicanas tomaran con mayor respeto los manuscritos de no-ficción que reciben, porque no tengo duda de que con una buena barridita, una ligera reestructura y unas dos vueltas más de corrección hechas por personas distintas para eliminar la conectoritis y otros vicios evidentes, este libro habría sido una joya。 。。。more